Adentrarse en la adultez, casi siempre, es navegar sin brújula por la oscuridad. Es internarse en las sombras sin la protección cálida y solar de aquellos que ya lo hicieron un tiempo antes. De repente, se asumen responsabilidades y nadie pareciera darse cuenta que, hasta ayer nada más, éramos unos niños a los que había que proteger. La adultez es la libertad y la prisión, es la puerta abierta para hacer y deshacer sin dar explicaciones a los padres y explicando cada paso que se da a los demás porque ya nadie nos deja pasar una.
La narración de Karl Ove Knausgård se centra en sus dieciocho años. Los cuales coinciden con el divorcio de sus padres, la mudanza de su madre a otra ciudad, la lejanía física del hermano mayor que se ha ido a estudiar, el nacimiento de una hermana menor a la que desconoce, la caída del mito de sus abuelos como un refugio afectivo y su propio viaje-huída hacia el norte de Noruega, a un pueblecito pintoresco y opresivo llamado Håfjord donde consiguió un puesto de maestro durante un año. De la luz de la adolescencia en el sur a la larga noche en el norte a través de una sensibilidad extrema que el autor ya ha manifestado en los tres volúmenes anteriores de la saga autobiográfica Mi lucha.
El propósito que expresa Karl Ove para trasladarse a Håfjord es tener el tiempo libre y la calma suficientes para convertirse en escritor. Un hecho futuro que siente como una verdad absoluta. Y el rincón escogido tiene, en apariencia, todo lo que se necesita para acometer los primeros pasos de esa labor. Pero Håfjord también es la oscuridad, la literal del largo invierno boreal y la interior del propio autor que, siguiendo los recientes pasos de su padre, se adentra en el alcoholismo, se envuelve en la soledad y empuña obsesivamente el deseo de una consumación carnal que no llega a experimentar a pesar de los intentos infructuosos.
El silencio es una losa fría que se templa con las jaranas en los recreos en el patio del colegio; con las pisadas que quiebran las capas de nieve; el ronrroneo de la cafetera en la sala de profesores; el rumor brioso del mar embistiendo el fiordo o los acordes de los grupos musicales de vanguardia de la década de los ochenta que KOK conoce al dedillo. Las caras sonámbulas y legañosas de los hijos de pescadores y amas de casa atienden por obligación las lecciones de literatura y consuelan el trágico aburrimiento de sus existencias presentes y de sus expectativas futuras humedeciendo los hígados con litros de cerveza.
Bailando en la oscuridad
Karl Ove Knausgård
Anagrama 2016
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo