Artículo
EL SEXO EN LA VIDA DEL CIUDADANO SOVIÉTICO
Dibujo de Valeri Barikin |
Por Anna Aibazián para Rusia Hoy (19-09-2013)
El escritor Denis Dragunski nos explica cómo el individuo soviético mantenía la libertad corporal, cómo conseguía material pornográfico y por qué se recurría poco a los servicios de las prostitutas.
Había, por supuesto, miedo a las infecciones. Miedo a la gonorrea o a la sífilis, enfermedades muy extendidas. Corrían muchas leyendas a este respecto. Por ejemplo, la gente sabía que con la sífilis se perdía la nariz, pero pocos sabían que esto sólo ocurría al cabo de diez años.
Por eso, los muchachos por la mañana, después de una noche ‘alegre’, se palpaban a conciencia la nariz. Los problemas también surgían por falta de higiene: la gente se lavaba poco y mal. Se solía decir que las chicas promiscuas se lavaban más a menudo; en cambio, las intelectuales se cambiaban de ropa interior una vez cada cuatro días, cuando se lavaban.
Incluso en la década de 1970 las chicas estudiantes que alquilaban una habitación en un piso comunal y se duchaban una vez al día tenían reputación entre sus vecinos de ser prostitutas. En aquel entonces se consideraba que sólo las prostitutas se lavaban todos los días.
LA STASI Y SUS VÍCTIMAS SUBEN A ESCENA
Jürgen Gottschalk en Mi acta y yo (Meine Akte und ich) |
Este artículo llegó a mi conocimiento gracias a la gentileza de Mercedes Camps a sabiendas de mi interés por esta etapa histórica de Alemania y que reflejo en mi novela El mapa de las viudas (Premio Ciudad de Badajoz 2012 y finalista Premio Clarín-Alfaguara 2012) editada por Algaida.
Una vez más Alemania se cita con una de esas oscuras etapas de su historia a la que no tiene miedo a enfrentarse. Y no, no se trata de los nazis, esta vez le toca el turno a la República Democrática de Alemania (RDA). En Mi acta y yo (Meine Akte und ich), ocho víctimas y un funcionario del Ministerio para la Seguridad del Estado (Ministerium für die Staatssicherheit) toman el escenario de la Staatsschauspiel de Dresde para recordar sus experiencias con la Stasi.
La iniciativa pretende rescatar el papel del servicio secreto antes de 1989 dentro del ambicioso marco del festival que busca poner el foco sobre fenómenos sociales y la recuperación de la memoria histórica. «Uno de los puntos clave del proyecto es que se abra un diálogo entre víctimas y funcionarios o autores de crímenes. Deseamos que 20 años después empiecen a sentarse juntos y promover el dialogo».
COPENHAGUE: LA CIUDAD NÚMERO 1
Dos habitantes de Copenhague (Foto: Álvaro Leiva) |
Conquistar la máxima calidad mundial de vida urbana requiere el más intrincado de los malabarismos entre el progreso y la conservación, entre la estimulación y la seguridad, entre lo global y lo local. La perfección no se puede obtener, por supuesto, pero Copenhague está logrando la mejor nota en este momento.
Ciclistas en el barrio de Vesterbro (Foto: Álvaro Leiva) |
“Los habitantes de Copenhague son gente muy maja”, afirma el chef Puglisi. “Y la verdad es que aquí hay muy buenas vibraciones actualmente”.
Vistas desde el Diamante Negro, la Biblioteca Real de Copenhague Foto: Álvaro Leiva |
LA STASI
Cuartel General de la Stasi Berlín Este |
CANON DE LA MEJOR LITERATURA NORTEAMERICANA DEL SIGLO XXI
Canon improbable de los últimos 15 años, por Eduardo Lago para El País Cultura
Partiendo de la gran obra La broma infinita, escrita en 1997 por David Foster Wallace, diseñamos un canon de la mejor narrativa estadounidense del siglo XXI.
David Foster Wallace, Jonathan Franzen, Joyce Carol Oates y Jennifer Egan ©Agustín Sciamarella |
Joyce Carol Oates. Blonde (2000).
Michael Chabon. Las asombrosas aventuras de Kavalier y Klay (2000).
George Saunders. Pastoralia (2000).
Richard Russo. Empire Falls (2001).
Richard Powers. El tiempo de nuestras canciones (2003).
Marilynne Robinson. Gilead (2004).
Annie Proulx. Mala tierra: Gente del Wyoming (2004).
William T. Vollman. Europa central (2005).
Dave Eggers. Qué es el qué (2006).
Cormac McCarthy. La carretera (2006).
Denis Johnson. Árbol de humo (2007).
Joshua Ferris. Entonces llegamos al final (2007).
Richard Price. Lush Life (2008).
Thomas Pynchon. Vicio propio (2009).
Colum McCann. Que el vasto mundo siga girando (2009).
Colson Whitehead. Sag Harbor (2009).
Lydia Davies. Cuentos reunidos (2009).
Jonathan Franzen. Libertad (2010).
Jennifer Egan. El tiempo es un canalla (2010).
Chang Rae Lee. Rendidos (2010).
Don De Lillo. Punto Omega (2010).
Téa Obreht. La esposa del tigre (2011).
Junot Díaz. Cómo conseguir que tu chica te abandone (2012).
Louise Erdrich. La casa redonda (2012).
Sherman Alexie. Blasfemia (2012).
Una tensión narrativa que no palidece, por Eduardo Lago para El País Cultura
MADAME SHANGHAI
XVIII Congreso del Partido Comunista |
Hennessy Cognac, 1930 |
PASEO POR COPENHAGUE
Nyhavn ©Carmen Garrido |
ADIÓS AL HUTONG
Hutong en Pekín |
Nian Zu estaba agachado en el umbral de la puerta fumando. A su lado, un niño comía arroz de un cuenco que sostenía en su regazo. El niño maniobraba los palillos como a mí me gustaría hacerlo y tenía la boca inflada de arroz; algunos granos caían de entre sus labios nuevamente al cuenco. Pensé en su nombre y lo bauticé Guang. Al pasar a su lado, estiró un brazo con el palillo y me dirigió unas palabras en chino-bebé. Le sonreí y me sonrió. Me guardé mucho de no sacarles una foto, esa manía tan nuestra de llevarnos la vida de los demás en un carrete o en un chip, de violarlos en su intimidad como a los monos en el zoo. Continué andando por la callejuela y, al girarme, observé que Nian Zu seguía en la misma postura contemplativa, consciente de que la vida transcurre y no porque corramos detrás de ella vamos a poder alcanzarla. Su sabiduría, no la letrada sino la milenaria de su raza, le permitía permanecer aparentemente impávido delante de su casa.