EL VIENTO QUE ARRASA

Auto abandonado

Entre los ojos del Reverendo Pearson y su ejército de conversos entregados no debe interponerse nada. Por ese motivo él se quita las gafas y las deposita en las manos de su hija adolescente antes de salir a escena a proclamar la palabra de Dios. Y, entonces, algo grandioso acontece. Algo que Leni, su hija, no puede explicar con palabras.

A Leni le gustaría que alguna vez su padre, el Reverendo, le quitase de un bocado esa cosa negra que tiene aferrada al pecho. La siente por las noches o cuando viaja con él por los caminos polvorientos de ese Noreste argentino sufrido y «abandonado» a los brazos del Diablo.

El viento que arrasa (Mardulce 2013) es otra obra punzante de Selva Almada, autora finalista del Premio Tigre Juan con Ladrilleros (Mardulce 2013 / Lumen 2014). Es de una narración salvaje, de una calma chicha que preanuncia la herida honda, el dolor ácido de esas almas solitarias que la vida coloca al margen de las carreteras. Gentes de paso con pasados duros, durísimos, que recuerdan a los personajes brutales de Cormac McCarthy.

Pearson siente una necesidad irrefrenable de salvar las almas, una tarea mesiánica que lo lleva a romper sin piedad los vínculos humanos porque, siempre, por encima está Dios o, mejor dicho, la iglesia evangélica de la que vive.

@DanielDimeco

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